Crece la tendencia de parir en casa
Alba Piotto.
apiotto@clarin.com

Cada vez hay más parejas urbanas, mayormente jóvenes, que deciden tener a sus bebés en casa, como en tiempo de las abuelas. Se niegan a pasar por una sala de partos. Buscan mayor intimidad y libertad.Y evitar que les apuren el nacimiento. Aquí, la experiencia de un matrimonio que tuvo a su segundo hijo en parto domiciliario. Qué dicen los especialistas. Cuándo sí y cuándo no.

El dedo gordo del pie lo sacó igual al padre, dice ella, la mamá. Porque es así como achatado. ¿Y las manos? ¿Y los ojos? ¿Y la nariz? La frente es una mezcla, sugieren. Gerónimo tiene apenas un día de vida y es imposible no tentarse en ese recorrido que embeleza, que atrapa, que arriesga. La boca, por ahora, se estampa contra el pezón y chupa como una ventosa rosada. Chupa y para. Y se adormece.

Alina está un poco inquieta; revolotea por ahí, debatiéndose entre el amor, los celos y vaya uno a saber qué otras sensaciones inexcrutables que estrena como hermana mayor. Además, claro, el día, el calor, los mosquitos, las visitas inesperadas. Atenta a todo, sin querer separarse ni un instante de ese bebé, que nació unas horas antes. Y que ella pidió tener a upa no bien salió de la panza de la mamá. A pesar de sus tres años recién cumplidos, Alina participó activamente del parto de Gerónimo. No se lo quiso perder. Y nadie podrá decirle que a los chicos los trae una cigüeña de París o que nacen de un repollo.

La tuvo clara, diríamos, desde un principio. Pero competir por los brazos de mamá y de papá con alguien más, es una experiencia tan nueva como incontrolable. Y hay llantos repentinos.

En una madrugada de chaparrones pasajeros, con cambio de Luna (¿será cierto que influye en los nacimientos?), Gerónimo decidió abrirse paso para nacer. Y no habría nada de especial si no fuera porque nació en una casa por decisión de sus padres. Fue el 8 de febrero en Moreno, donde Natalia Ibarra (29) y Adrián Nivello (33) -una maestra y un kinesiólogo de Chivilcoy- establecieron un hogar transitorio en lo de una amiga, buscando intimidad para esperar a su segundo hijo. Parto domiciliario. Igual que con Alina. Aunque aquella vez, la nena nació en la casa de la partera que los asistió.

La humedad se cuela y hace sofocante la resolana de la siesta que invade el living, a donde llega el murmullo de abuelos, tíos y primos que acaban de llegar.

Aquí no hay enfermeras dando vueltas ni médicos deslizando órdenes. No hay nursery. No hay horarios para besos, ni caricias, ni para brazos que acunen. Gerónimo lanza a veces un rezongo imperceptible. Y la vida acontece, plácida, según lo quisieron Natalia y Adrián. Pero surgen las preguntas. ¿Por qué no ir a un hospital o a una clínica? ¿Qué los decidió a ellos -y a tantas otras parejas- a elegir su casa, la de un amigo o la de la partera, para esperar la llegada de sus hijos? ¿Por qué saltear la sala de partos? ¿Es una tendencia snob que vuelve al tiempo de las abuelas? ¿O será que escapan de un sistema que no deja resquicios para el significado de lo íntimo que provoca el momento más trascendente de sus vidas?

Razones tales como tener privacidad, evitar el ambiente despersonalizado y frío de una sala de partos; además, de la catarata de intervenciones previas a las que, en líneas generales, se somete a una embarazada a punto de tener su bebé en una institución: goteo de ocitocina (para aumentar las contracciones y acelerar el nacimiento); monitoreo electrónico del bebé; la aplicación de la anestesia peridural (para reducir los dolores de parto); una episiotomía (corte en la parte inferior de la vagina en el momento de parir), dar a luz en una camilla con los pies atados. Y -finalmente- evitar la posibilidad de formar parte del 35 por ciento de las cesáreas que se presume se hacen en la Argentina y que -dicen los que saben- no siempre son necesarias. Eso, teniendo en cuenta que la Organización Mundial de la Salud considera que no más del 15 por ciento de los nacimientos deberían terminar en tal intervención quirúrgica.

No hay estadísticas de cuántos partos domiciliarios se realizan en el país. Pero sí se sabe que la tendencia es creciente en países desarrollados como Bélgica, Dinamarca, Suecia. Y Holanda, donde el 40 por ciento de los bebés nacen de este modo, o en las casas de partos, donde las embarazadas son acompañadas por parteras y obstetras. Incluso en varias ciudades de Brasil hay este tipo de lugares. Y las razones son las mismas en todos los casos: escabullirse de la medicalización de rutina, cuando no hay motivos de riesgos.

En la Argentina, el perfil de quiénes optan por los partos domiciliarios son parejas jóvenes que tuvieron malas experiencias previas en alguna institución o que sin ella, buscan que nada ni nadie apure el nacimiento inútilmente. Están convencidos de que la mamá debe tener libertad para transitar el trabajo de parto como mejor le venga en ganas: caminando, metiéndose en la bañadera con agua tibia para relajarse; gritar, sentarse, acostarse, ponerse en cuclillas, colgarse del cuello de su marido, de la partera o de quien sea. Están decididas a que nadie les diga: "Callate y pujá". Las palabras, imperativas siempre, más escuchadas en una sala de partos.

Pero, ¿por qué callarse? ¿Por qué obedecer? ¿Por qué no gritar la vida que se está pariendo? Después de todo, es esa mujer la que siente y sabe de qué se trata esa fuerza inconfesable e intransferible del bebé cuando empieza a pujar por salir. ¿O es que alguien tiene el control remoto de un nacimiento?

Tránsito al amanecer

Pocas horas antes de que Gerónimo naciera, su mamá Natalia, todavía con la panza enorme como un globo de piel, resumía su elección: "Queríamos una forma más humanizada para el nacimiento de nuestros hijos. Con más respeto a nuestros propios tiempos, que no me trataran como si estuviera enferma, que no me transmitieran miedos".
Ella supo desde que decidió ser mamá que no quería que nadie, más que ella y el bebé, manejara los tiempos del parto. "El sentimiento más importante es que tu hijo nace con una libertad inmensa. Le das esa libertad para que nazca con sus tiempos, cuando él quiere", reflexiona.

Claro que con Gerónimo tuvo un tránsito rápido. El parto duró una hora exacta entre la primera contracción fuerte hasta que el bebé estuvo sobre su pecho, buscando a tientas el pezón donde mamar. Tiempo suficiente para que el obstetra Carlos Burgo y la partera Vendela Chignac -que asistieron el nacimiento- cortaran camino por la Autopista del Oeste rumbo a Moreno. Afuera, el vecindario comenzaba a espiar por detrás de las ventanas, cuando los gritos de Natalia cortaron el sueño. Los dolores la hacían caminar, andar por la casa, sentarse sobre las piernas de Adrián, para que él le masajeara la espalda. Hasta se puso en cuatro patas, con la frente apoyada en el piso.

"Una postura como si estuviera rezando -cuenta Natalia, con el semblante descansado, pocas horas después de parir-. Ahí empecé a sentir una fuerza increíble adentro mío." Y Gerónimo empezó a coronar: su cabecita se abría paso hacia afuera. "Lo único en que pensaba era ayudarlo a nacer. Gritaba: ´¡Gerónimo salí, Gerónimo salí!´." Y salió, nomás, expulsado a los brazos de papá y mamá. Eran las 6.30. La balanza que llevó la partera se clavó en los 3 kilos 760 gramos. Adrián cortó el cordón umbilical, Alina eligió la ropa para ponerle y guardaron la placenta de recuerdo.

"Siento que yo también estuve poniendo el cuerpo junto a ella. A veces, Natalia necesitaba colgarse de mi cuello o sentarse arriba mío. ¿Si tuve miedos? Sí, pero fue algo distinto porque uno se hace cargo de la situación. No miraba desde afuera. De otro modo, hubiera sentido la impotencia de que estuvieran sobre ella sin poderla ayudar", repasaba horas después Adrián, sereno y embobado. Había llegado el varón.

Pero, ¿cualquier parto puede ser domiciliario? Los obstetras y parteras coinciden en que se puede hablar de un parto en casa bajo dos condiciones esenciales y básicas. Primero, que sea un embarazo de bajo riesgo y esté asistido por profesionales capacitados (médicos o parteras, o ambos), con quienes la pareja haya hecho una planificación. Esto es importante porque muchas veces se puede empezar un parto en casa y aparece alguna complicación que hace necesario terminarlo en un sanatorio. Por este motivo, siempre se acuerda de antemano tener disponible una institución cercana al domicilio. Los no corresponden a los partos de alto riesgo y a los gemelares.

Raquel Schallman, partera recibida en la UBA, con más de 30 años de profesión y una larga lista de bebés alumbrados en partos domiciliarios, no tiene dudas sobre las diferencias que hay entre un bebé que nace después de un trabajo de parto inducido (o medicalizado), con otro que tuvo su propio tiempo para salir de la panza. "Un bebé que nace de un parto intervenido sufrió, desde muchos lugares, la intromisión sobre su madre, como por ejemplo el uso de la (hormona) oxitocina, que aceleró las contracciones de la parturienta y disminuyó el oxígeno del bebé a través del cordón, entre otros efectos." Y agrega: "Cuando ese bebé nace, con suerte, se encontrará con su madre por unos minutos, pero será una madre agotada o ´ausente´ por el uso de la (anestesia) peridural que altera los neurotransmisores fundamentales para el apego".

En cambio, cuando se respetaron sus tiempos -sigue la partera"el chico está más tranquilo, se conecta más rápido con la mirada de su mamá, se tranquiliza en contacto con su cuerpo, se recupera enseguida del estrés atravesado, porque se reencuentra con lo que conoce: el latido cardíaco de la mamá, su energía, su voz, su respiración".

Hace 27 años que Carlos Burgo asiste a parejas que eligen un parto domiciliario, como Natalia y Adrián. Según él, esta elección a la hora de un nacimiento "tiene que ver con las profundas falencias e inequidades, injusticias, maltrato y violencia que existen con ciertas prácticas que coartan la autonomía de una madre y de un padre, que buscan intimidad y una situación más placentera".

En última instancia -sostiene- la situación de embarazo y de parir es una función de la salud. Y en líneas generales, "el 90 por ciento de las mujeres embarazadas están sanas y saludables y podrían parir donde quisieran, sin inconvenientes". Se calcula que solamente entre el 8 y el 10 por ciento entraría en la categoría de alto riesgo.

Parto humanizado

Los especialistas prefieren no poner en el centro del debate parto domiciliario sí o no; ni siquiera lo plantean como un modelo a seguir. Sólo, dicen, es una opción que toma la pareja. "No va a ser mejor el parto ni el nacimiento porque sea en la casa o en un sanatorio -subraya Burgo-. Pero es necesario que las instituciones recreen un ambiente contenedor, amable, cuidadoso, respetuoso." Y ese es el punto.

Aunque suene contradictorio, el nacimiento dejó de ser un acto íntimo y familiar, para convertirse en un acto público y esencialmente médico. La historia misma sobre su evolución tiene algunas curiosidades, que terminaron siendo rutina. Por ejemplo, el método moderno de parir con la mujer acostada en una camilla, fue adoptada después que Luis XIV hizo construir una mesa para contemplar el nacimiento de uno de sus hijos. Existen evidencias de que en el Antiguo Egipto las mujeres parían arrodilladas sobre piedras o en cuclillas. Y en la Edad Media, en cada casa había una sillita paridora, donde la mujer -asistida por otras mujeres y las comadronastenía a sus hijos, sentada, en posición vertical. La modernidad trajo los primeros instrumentos: los fórceps. El cientificismo desalojó de la escena a la comadrona y puso al médico. En el siglo XX se diseñó el sillón de partos, que por un lado rescataba la posición vertical, pero imponía un lugar para parir: la institución.

Los nacimientos, además de dejar el ámbito familiar, se medicalizaron. Y la nueva tecnología llegaba para evitar las muertes maternas o del bebé, en partos riesgosos. Pero el éxito hizo de lo excepcional una rutina. En respuesta, desde hace casi tres décadas, a nivel internacional, se empezó a hablar de parto humanizado. Es decir, volver a poner el foco en el significado del nacimiento. Oficialmente, la Organización Mundial de la Salud sostiene que "deben existir razones muy válidas para interferir con el proceso natural de un parto" y que se prioricen los métodos no farmacológicos. En esa misma dirección, la Legislatura porteña votó en 2003 una resolución para que en los hospitales públicos las parturientas pudieran estar acompañadas durante el nacimiento por la persona que quisieran. El año pasado, el Senado Nacional promulgó la ley 25.959, de aplicación en el ámbito público y privado. Entre otras cosas -aunque todavía falta reglamentar lo legislado- se establece que: la embarazada sea tratada con respecto, de modo individual y personalizado; que se le garantice la intimidad durante el proceso asistencial y se consideren sus pautas culturales. Y no sólo eso: debe ser tratada como una persona sana y protagonista de su propio parto; respetando sus tiempos biológicos y psicológicos, evitando las prácticas invasivas y medicación que no estén justificadas.

Pero además, en la Guía para la atención del parto normal en maternidades centradas en la familia, editado por el Ministerio de Salud de la Nación (2004), también se advierte que el incremento del uso de la tecnología (ecografías, monitoreo electrónico, anestesia peridural) llevó al parto normal a un incremento "progresivo y abusivo de las cesáreas". Según la publicación oficial, se transformó al nacimiento en una enfermedad. Y hace hincapié en las "innumerables evidencias científicas" que demuestran que el estrés producido por un entorno desconocido durante el parto, más la atención mecanizada y medicalizada, aumentan el dolor, el miedo y la ansiedad de las mujeres. "Lo que produce un efecto en cascada, que genera mayor cantidad de intervenciones, con más efectos adversos sobre la madre y el bebé", define el texto. Dicho de otro modo, una intervención requiere de otra intervención.

Pero veamos, cuáles son esas rutinas y qué papel juegan.

· Goteo con oxitocina. La oxitocina es una hormona secretada por la hipófisis para provocar las contracciones del útero durante el parto. La aplicación de oxitocina sintética eleva los niveles en sangre y acelera el parto. La OMS sugiere: "Es una medicación que debe ser utilizada bajo válidas indicaciones y con estricto control de las contracciones y de la salud fetal".

· Monitoreo electrónico. Sirve para auscultar la frecuencia cardíaca del feto. Los especialistas admiten que se debería usar sólo cuando hay algún problema preexistente. "En la mayoría de los partos sin riesgo elevado, el monitoreo produce un mayor número de intervenciones innecesarias, sin beneficios para el niño, con el adicional de ser poco favorable para la madre, impidiendo además la libre elección de la posición a adoptar durante el período de dilatación", dice la guía del Ministerio de Salud.

· Anestesia peridural. Se usa para aliviar el dolor. Aunque es útil en algunos tipos de partos, su aplicación en forma rutinaria "medicaliza el parto innecesariamente", sostienen los especialistas. La OMS desaconseja el uso de drogas analgésicas durante el trabajo de parto, debido a sus efectos perjudiciales.

· Episiotomía. Es un corte que secciona la vagina para facilitar la salida del bebé. Se calcula que se les hace al 72 por ciento de las mujeres. Aunque "no hay evidencias de que su realización tenga efectos beneficiosos, pero hay clara evidencia que puede ser perjudicial (para la mamá)", define la guía oficial.

· Posición de parto. Los especialistas coinciden en que se debe incentivar a las embarazadas a adoptar la posición que les resulte más cómoda, ya que hay evidencias de que esta medida disminuye el dolor en el trabajo de parto y en el parto mismo.

Finalmente, la famosa sentencia bíblica de parirás con dolor, ¿qué significado tiene? ¿Cuál es la dimensión de dolor de un parto? Es cierto que la mujer y el hombre moderno son abonados a los analgésicos. Y cuanto menos sufrimiento haya, mejor.

Sin embargo, para Natalia no fue cualquier dolor. Para ella, tiene el significado más auténtico de su cuerpo dando a luz: "¿Qué otra cosa iba a sentir? Era mi cuerpo pariendo un hijo", resume. Era Gerónimo, pujando por salir al mundo.

· Para más información: Parir con pasión, Carlos Burgo Parir en libertad, en busca del poder perdido, Raquel Schallman www.partohumanizado.com.ar www.partolibre.com.ar

Otra mirada*

Nacer en casa: ¿sí o no?. Sobre los partos domiciliarios, la pregunta obliga a una contestación por sí o por no, pero prefiero aceptar ambas respuestas. Por el sí, puesto que es razonable que algunas parejas quieran un parto en casa para evitar el ambiente y el trato despersonalizado de la mayoría de los médicos y de todo el personal de salud que trabaja de esta manera. Monitoreos electrónicos sistemáticos, estimulación de las contracciones mediante drogas, partos en camilla, sólo por citar a algunos ejemplos de maniobras que no son frecuentes en los partos domiciliarios. Asimismo, aquellos que estimulan esta opción, sostienen que aporta ventajas de tipo psicológico para los padres y para sus hijos y hermanos.

Por el no, diría que los pocos trabajos que han monitorizado y comparado estos partos con respecto a los partos hospitalarios, han encontrado un riesgo mayor de morbilidad y mortalidad tanto para la madre como para el niño.

Si se considera que un tercio de los niños que ingresan a una unidad de cuidados intensivos neonatales proviene de complicaciones provenientes del trabajo de parto o del parto, y que la mayoría de ellos no podían ser previstos, se comprende entonces que muchos médicos consideren que este tipo de parto puede significar un riesgo inaceptable. En efecto, los desgarros vaginales, el desprendimiento de placenta o la hemorragia post parto por falta de una correcta retracción uterina suelen ser complicaciones difíciles de prevenir.

Claro está que hay países como Suecia u Holanda donde la mayoría de los partos se realiza en domicilio y con resultados aún mejores que los nuestros, o de otros países cuya modalidad institucional es cercana al ciento por ciento. Pero no debe perderse de vista que estos países poseen poblaciones muy homogéneas que difieren sustancialmente de las nuestras. Se estima que en los EE.UU, aproximadamente el 2 a 3 por ciento de los partos son domiciliarios.Y la demanda es creciente, por lo que varios hospitales buscan crear una atmósfera familiar en las salas de parto, o bien articulan las habitaciones de manera tal que el parto pueda efectuarse en la misma habitación en la que la madre permanecerá internada con su bebé. Además, se estimula la presencia del marido o de otros miembros de la familia si la madre lo deseara. Los padres pueden seccionar el cordón umbilical, estar presentes durante la operación cesárea, permanecer en internación conjunta junto a sus esposas, o bien tener horarios de visita sumamente flexibles.

Los obstetras en nuestro país se muestran remisos a este tipo de partos domiciliarios fundamentalmente por los riesgos mencionados. Sin embargo, reconocemos que existen algunos colegas que practican estos partos de manera idónea, segura y responsable.

*Dr. Mario Sebastiani. Presidente de la Asociación Argentina de Ginecología y Obstetricia Psicosomática.