Hacia un parto más natural
De a poco, algunas mujeres se animan a salir del rol de espectadoras del trabajo del médico y protagonizan su parto, acercándose cada vez más a los recomendaciones de la OMS, que apuntan a respetar los aspectos emocionales y evitar prácticas innecesarias
Todo está en su lugar: la camilla con su sábana celeste, un tubo relampagueando en el techo, el olor y el silencio de hospital. Lo único que rompe con el protocolo en la sala de partos del Enrique Erill, el hospital de Escobar, es una chica en camisón y pantuflas, agachada en un rincón, a punto de parir.
Alejandra y Bety, las parteras de turno, están sentadas en el piso. No hay monitores, sueros, piernas atadas, cofias, órdenes ni jeringas. Sólo un espejo, estratégicamente ubicado, donde la nueva mamá verá en vivo a su hijo apenas asome.
La mujer puja, después respira. Puja, respira. Sin gritos de telenovela, el pelo viscoso del bebe empieza a aparecer a medida que su cuerpo se abre como un capullo. Las mujeres están listas para el festejo. Apenas nace, el bebe se acurruca en sus brazos, y ahora todos se entregan al llanto.
-¿El cordón no se lo cortan? -pregunta la madre, agitada.
-Sí, después; no te preocupes.
La escena ocurre en un hospital público del segundo cordón del conurbano bonaerense y está más cerca de cumplir con las recomendaciones de los organismos internacionales de salud que muchos de los sanatorios privados del país.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las mujeres tienen el derecho de elegir en qué posición quieren parir; pueden moverse, hablar, comer, cantar, gritar, o hacer lo que tengan ganas durante el trabajo de parto. Y elegir quién es la persona que quieren que las acompañe en el alumbramiento.
Tienen derecho a no cumplir con normas institucionales arbitrarias, a elegir si alguien asistirá el parto, a estar a solas si lo prefieren, a no ser objeto pedagógico, a no ser mutiladas ni maltratadas, a estar con su bebe desde el primer minuto si es normal. A ser respetadas.
Esos y otros principios que redactó la OMS en los años 80 fueron ratificados por el Ministerio de Salud de la Nación en 2000. Sin embargo, hasta ahora no se han puesto en práctica de manera masiva, y hoy las expectativas apuntan a lo más elemental: un proyecto de ley enviado recientemente por el Ejecutivo al Congreso propone que se permita la presencia de un o una acompañante durante el parto en los hospitales públicos, donde la infraestructura muchas veces es una excusa para dejarlos en la sala de espera. Apenas un atisbo de lo que muchos observan como una tendencia en alza: la vuelta a un parto más humanizado.
Nacimientos industrializados
A nadie se le hubiera ocurrido hacer ninguna de esas recomendaciones cuando las mujeres eran atendidas por comadronas, por sus madres o por las mujeres más viejas de la tribu.
"La industrialización -dice el médico francés no intervencionista Michel Odent, autor de 11 libros y más de 50 trabajos científicos divulgados por The Lancet, entre otras prestigiosas revistas médicas- transformó las unidades de maternidad en laboratorios de alta tecnología y a los seres humanos, en objetos pasivos. Esto generó catástrofes que están entre nosotros, aunque no las veamos." Odent afirma que, según se desprende de investigaciones científicas realizadas en Japón, detrás de una historia de violencia juvenil podría esconderse una experiencia de parto traumática.
"El verdadero sentido del nacimiento se fue perdiendo de a poco en la rapidez que exigen las instituciones y la vida actual. Las parteras fuimos pasando, sin darnos cuenta, del rol de acompañantes y sostenedoras de la mujer, al de burócratas que llenan papeles", se queja Beatriz Castro, una partera con más de 30 años de experiencia.
El apuro por terminar rápido el parto, como si fuera un trámite, se volvió una prioridad en muchas maternidades. El primer abrazo del bebe con su mamá, la primera mirada, el tiempo del contacto inicial y el conocimiento mutuo hoy suelen no entran en consideración.
Después de dos malas experiencias con Agustín y Joaquín, de 10 y 8 años, Raquel Barral (de 30) decidió que su hija menor llegaría de una manera más amable. Violeta nació hace dos meses en su casa, acompañada por el obstetra Carlos Burgo y la partera Alejandra Mazzeo. La bebe pesó 4,340 kilogramos.
"Es increíble: sentí que estaba mucho más cerca de ella de lo que estuve con los chicos. Sentí que estaba cerca de mi propio cuerpo", dice Raquel.
Cuando nació Agustín, ella tenía 20 años y se sometió al suero, la camilla, un corte vaginal interminable. "Apurate, porque si no te hago una cesárea", le dijo entonces su médico. Su segundo parto fue mejor, pero el pequeño Joaquín fue inmediatamente sometido a innumerables pruebas de rutina sin que a la mamá se le consultara acerca del tema.
¿Actrices o espectadoras?
"Hoy consideramos el parto un acto puramente corporal y médico. Un trámite que, con cierta manipulación, anestesia para que la parturienta no sea un obstáculo, drogas que permiten decidir cuándo y cómo programar la operación y un equipo de profesionales que pueda sacar al bebe corporalmente sano y felicitarse por el triunfo de la ciencia. Esta modalidad está tan arraigada en nuestra sociedad que las mujeres ni siquiera nos cuestionamos si fuimos actoras de nuestro parto o meras espectadoras", dice Laura Gutman en el libro La maternidad y el encuentro con la propia sombra (Norma).
De a poco, algunas parteras y un puñado de obstetras están tratando de cambiar las cosas. El caso de Raquel Schallman es un ejemplo: después de una experiencia de parto que define como terrible, decidió ser partera, y ahora atiende partos domiciliarios en los que evita intervenciones innecesarias.
"En el parto, el dolor tiene un sentido y el miedo también. Pero generalmente se hacen maniobras que alteran todo lo que la mujer sabe hacer instintivamente. Los veterinarios, por ejemplo, cuando una gatita está por parir recomiendan que nadie la toque, que no la perturben y la dejen hacer lo suyo en el rincón que ella elija", dice Schallman.
Según el obstetra Fernando Pont, del hospital de Escobar, los médicos están presionados para no cometer errores y por eso prefieren ir a lo seguro. "El objetivo actual en la atención de los partos es sacar al bebe sano. Por eso se recurre a las prácticas seguras y convencionales", dice. A partir de ese pensamiento, la medicina estableció una serie de rutinas que de a poco fueron perdiendo su sentido original y se generalizaron en detrimento del cuerpo y las emociones de la madre.
Para que un bebe salga al mundo, la mamá debe liberar un cóctel de hormonas. La glándula pituitaria posterior tiene que segregar oxitocina (para producir las contracciones uterinas), pero está demostrado que sustancias como la adrenalina, que se liberan cuando una persona tiene miedo o frío, pueden inhibir las contracciones o intensificar el dolor. Por eso, un entorno calmo, que dé confianza, es fundamental.
Alejandra Mazzeo asistía partos domiciliarios cuando empezó a trabajar como partera en el hospital de Escobar. "Mi experiencia era que si uno esperaba y satisfacía las demandas de la mujer, todo ocurría mágicamente, sin intervención, sin anestesia, episiotomía, nada. La clave era atender sus demandas, estar cuando ellas quisieran, hablar si lo pedían, callar cuando lo necesitaran. En un momento me pregunté: Si los partos que asisto en forma privada son de esta forma, ¿por qué los del hospital no pueden ocurrir de la misma manera?", dice.
Ante el dilema, las opciones eran dejar de trabajar en el hospital o hacerlo de otra manera. Optó por la segunda. Después, de a poco, fue encontrando aliados dentro del servicio.
Lo que ocurre en Escobar todavía es casi una excepción, y al mismo tiempo la prueba de que las cosas pueden acercarse un poco más a los preceptos de la OMS. Silenciosamente, a veces en secreto, otras maternidades y otros profesionales hacen su propia autocrítica.
El hospital Avellaneda, de Tucumán, es uno de ellos. Basa su atención sobre las premisas de la Coalición para la Mejora de los Servicios de Maternidad (CIMS), y su principal diferencia es que evita procedimientos de rutina que no estén respaldados por evidencia científica: no realiza depilación ni enemas. Tampoco goteo, ayuno, rotura precoz de membranas o inyección de oxitocina para inducir el parto.
"Algunas de estas maniobras se pueden realizar, pero sólo en casos de excepción. No se aplican a todas las parturientas «por las dudas», como se suele hacer. Ya está demostrado que no tienen utilidad, pero se siguen haciendo por costumbre, y no dejan de ser una invasión de la mujer", explica la doctora Mara Mohedano, jefa del servicio de Perinatología del hospital norteño.
En el Avellaneda, simplemente les dan a las mujeres los derechos que tienen. Se los muestran en carteles colgados en las paredes, se los explican en el curso de preparación o durante el parto. "Empoderar al ciudadano, dirían los que saben. A partir de ahí, ellas eligen su modo de parir: sentadas, acostadas, en cuclillas, con alguien o solas. El momento es suyo, la protagonista es ella; el equipo de salud acompaña y, si es necesario, ayuda", dice Mohedano.
Falencias del sistema
Muchas mujeres se quejan de que los servicios de salud, tanto públicos como privados, no respetan todos los derechos de las parturientas. Frente a las falencias del sistema, Sonia Cavia, presidenta de la Asociación Dando a Luz, preparó un modelo de solicitud de atención respetuosa que las embarazadas pueden presentar por escrito en la institución donde quieren atenderse exigiendo una atención respetuosa. Los escritos ya circulan por algunas maternidades porteñas con distintos resultados: sorpresa, respeto, burla.
Muchas veces, la experiencia que generó tanta ansiedad e ilusión en la mujer termina siendo la operación de cirugía mayor de un obstetra. Y, si bien las cesáreas salvan muchas vidas, el número de operaciones que se realizan en la Argentina es alto respecto de las cifras de la OMS.
Fernanda Pietro (de 29 años) forma parte del 35% de las mujeres a las que se les ha practicado cesárea en las clínicas privadas del país. "Me dijeron que no dilataba y, como ya estaba en fecha, me hicieron una cesárea. Estaba tan asustada que ni lo pensé, pero cuando me acuerdo del obstetra haciendo bromas sobre que ese fin de semana se casaba su hija, pienso si habrá sido por necesidad o por comodidad."
Según la OMS, no hay motivos para que más del 12% de los partos se realice por cesárea. En nuestro país, el Ministerio de Salud no lleva registros al respecto, sino datos estimados. Esos datos señalan que, en el sector público, el 20 por ciento de los nacimientos son por cesárea, mientras que en el privado el porcentaje es de 35, según Celia Lomuto, encargada del área de Perinatología de la cartera de Salud.
Vendela Chignac, una francesa que trabajó como partera en Berlín, llegó hace tres años al país para averiguar cómo era la atención de los partos en tierra argentina: "Llamé al consulado y pregunté cuál era el rol de la partera -dice con fuerte acento francés-. La persona que me atendió me dijo que no sabía muy bien si existían las parteras", cuenta.
Según estudios científicos, la atención con parteras reduce los índices de mortalidad de la madre y del hijo, disminuye la tasa de niños prematuros y la cantidad de cesáreas, y mejora la experiencia de parir y nacer.
Después del parto, muchas mujeres entienden que la experiencia es muy significativa. Por esa razón, la OMS insiste en que los gobiernos "deben considerar la elaboración de normas que permitan el uso de nuevas tecnologías de parto sólo después de una evaluación adecuada".
Por Valeria Burrieza
Revista del Diario La Nación del 11/4/04
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