El Vínculo y el Apego

Hablar de vínculo implica mencionar y conocer los trabajos pioneros y revolucionarios de John Bowlby y Mary Ainsworth sobre el vínculo y el apego durante los años cincuenta en adelante. Para ese entonces adquiere forma la teoría del apego nutriéndose de una serie de conceptos e investigaciones derivadas de la psicología, psicoanálisis, etología, cibernética, psicología del desarrollo y del procesamiento de información. Bowlby nos abre una visión nueva acerca de los lazos que un niño tiene con su madre y de su ruptura por la separación, privación y el duelo. Ainsworth se encarga de probar algunas de la ideas de Bowlby con una metodología empírica contribuyendo a expandir las ideas iniciales de esta teoría. Es la responsable de incluir el concepto de la figura del apego como una base segura desde la cual un infante puede explorar el mundo, el concepto de la sensibilidad materna a las señales de su hijo(a) y definir los patrones de apego made-hijo.

Muchos otros investigadores participan en la evolución de estos conceptos siendo necesario nombrar, por su influencia en las rutinas de atención a los recién nacidos, a los pediatras Marshall Klauss y Jhon Kennell. En 1976, ellos señalan la existencia de un “período sensitivo” inmediatamente después del nacimiento durante el cual el lazo o vínculo materno- bebé puede ocurrir con mayor celeridad si éstos no son separados, siguiendo las rutinas hospitalarias estandarizadas.

Es relevante señalar la colaboración a la comprensión de este proceso del vínculo y del apego de los conceptos de la psicología pre y perinatal, gracias a una compleja y amplia gama de conocimientos producto de los descubrimientos de las capacidades perceptivas y del desarrollo de los bebés intrauterinos.

El vínculo: ¿De qué se trata?

El vínculo (bonding) y el apego (attachment) son dos términos utilizados para describir algunos aspectos y elementos de una relación entre dos personas, específicamente entre una madre y su bebé. A pesar de no significar la misma cosa, ambos se refieren a la poderosa conexión que se establece entre la madre y su bebé y el padre y su bebé.

El vínculo se refiere al lazo o conexión que se establece entre la madre y el recién nacido y se piensa que ocurre en las primeras horas o días después del nacimiento. Tiene que ver con la reacción inicial de la madre con su bebé. No tiene que restringirse en forma absoluta a los primeros momentos después del nacimiento, pero ese contacto inicial es clave en la formación de esta conexión.

Para algunos “el vínculo es el proceso por el cual los padres y los infantes se conectan, intiman y se apegan el uno al otro. El vínculo es un diálogo entre Madre-Padre e hijos que comienza inclusive antes del nacimiento y continúa por el resto de la vida” (Paris y Paris, 1992).

Para otros, la conexión entre los padres y sus bebés puede comenzar sólo al pensar y planear la concepción de un(a) hijo(a), fortalecerse durante el embarazo al incrementar la comunicación con el feto (Jeane Rhodes).

Cada vez más se obtiene información que relaciona los aspectos emocionales de las madres durante el embarazo y nacimiento, especialmente el estrés crónico prenatal, el rechazo del bebé no nacido y el parto traumático con reanimación neonatal, con trastornos de conducta de jóvenes y adultos tan severos como la delincuencia juvenil, la anorexia y el suicidio.

Se estima que existe un momento crítico desde el nacimiento durante el cual ese lazo debe formarse y se hace hincapié al compararle con la impronta en las aves y otros animales, en relación al contacto sensorial (visual y táctil específicamente, sin menospreciar los otros) con implicaciones fisiológicas evidenciables en el neonato.

Las consecuencias emocionales están presentes en el bebé y en sus padres dando expresión a conductas de crianza adecuadas a la forma como el vínculo se establece.

Algunos efectos fisiológicos del vínculo y como favorecerlo, si nos referimos al momento del nacimiento, se revelan de inmediato en la interrelación física y afectiva entre la madre y su bebé.  Se pueden señalar:

  • El contacto de piel de la madre con la piel del bebé estimula la respiración, provee de calor y permite iniciar la respiración aérea mientras la madre observa, limpia y conoce frente a frente a su recién nacido.
  • El inicio del reconocimiento mutuo se fortalece con la mirada recíproca a los ojos. Es la primera “impronta” de la cara de mamá asociada ahora a estímulos táctiles, odoríferos, auditivos y del gusto al ser tocado, amamantado por primera vez, al recibirle con palabras afectuosas  que el bebé reconoce por su entrenamiento intrauterino  (la voz de mamá), a quién ahora siente, saborea, huele y escucha.
  • La cercanía con el corazón al ser acogido en el lado izquierdo de su madre ofrece un ritmo cardíaco y respiratorio conocido y tranquilizador que le permite estar en su mundo protegido y seguro.
  • Las bacterias que colonizan su piel, su sistema digestivo y orificios corporales son las bacterias de mamá, de las cuales se protege con el arsenal inmunológico proporcionado por el calostro.
  • El contacto precoz con el pezón, en la primera media hora de nacido se asocia con un éxito mayor en el inicio, mantenimiento y duración de la lactancia materna, siendo esta con frecuencia la dieta exclusiva durante los primeros 6 meses de vida y mantenerse más allá del primer año. Un contacto frecuente y prolongado con su madre tiene altas probabilidades de incrementar la formación de un apego seguro.
  • Si se produce un nacimiento con el mínimo de intervenciones médicas, reducido o ningún uso de drogas o anestésicos y se respeta el contacto inicial madre-recién nacido con poca o ninguna intervención que separe a la madre de su bebé, la secreción de las diversas hormonas por la madre y el mismo bebé se encargarán de favorecer el vínculo inicial. Es este un poderoso vínculo biológico-hormonal que recién empezamos a comprender.
  • La presencia del padre durante el acto del nacimiento ayuda a que se fortalezca la conexión con su hijo(a) recién nacido(a). Esta conexión entre ellos, naturalmente más lenta y gradual que con la madre, es recíproca al estimular conductas paternales y de protección filial en los días y semanas que siguen. Participar activamente y de forma positiva de la crianza de un hijo es participar en la formación de un apego seguro.

Marjorie Rand refiere que el vínculo “…crea la energía que sostiene la compasión y la comprensión humana. En una relación con vínculo se internaliza la seguridad, las necesidades de supervivencia y el profundo reconocimiento de conocerse en común…”

El Apego: ¿De qué se trata?

El apego se refiere a la relación emocional intensa y perdurable que se establece entre el infante y su cuidador primario la cual se produce gradualmente y evoluciona en el tiempo. Se estima que se instaura durante los primeros 6 meses de vida y el segundo semestre de ese primer año y continúa evolucionando durante los años antes de la escuela. No es algo que se adquiere automáticamente por ser abrazado o amamantado una vez. Es decir, es necesaria una interrelación constante, persistente y de continuo intercambio físico y emocional entre dos seres.

Generalmente se considera que su cuidador primario es su madre. En ausencia de esta, una madre substituta (en caso de adopción o muerte materna), una abuela el padre u otra persona disponible pueden asumir este papel. Este asunto adquiere una complejidad mayor en nuestro mundo actual lleno de “nuevos” cuidadores primarios como son las madres solteras y las parejas homosexuales.

Para Bowlby el apego es “una conexión psicológica perdurable entre seres humanos” y concordaba con la idea que las experiencias tempranas de la infancia tienen una influencia importante en el desarrollo y en la conducta en la vida(Bowlby, 1969).

Para que el apego se produzca es necesaria la presencia de un adulto que cuide y esté involucrado emocionalmente con el bebé y que el bebé desarrolle la habilidad intelectual para comprender sus sentimientos y sus interacciones con su propio mundo.

Ese lazo que se establece constituye una fuerza primordial en el desarrollo infantil, en la formación de una base segura donde apoyarse para satisfacer sus necesidades básicas iniciales, en la génesis de una confianza en el otro, permitiéndole modelar una forma de interrelacionarse con los demás y explorar en forma segura el mundo.

El apego desde el punto de vista conductual está representado por una serie de conductas como la búsqueda, el abrazo, la succión y la locomoción. Desde el punto de vista emocional, es la creación del lazo mutuo donde la madre modela el desarrollo de su bebé a través de su relación e interacción con él, permitiendo la formación de un “modelo interno de funcionamiento” que actúa como un guión por el cual calibra sus propias emociones y las de los demás.

Dependiendo del tipo de apego que el infante establezca, la forma de relacionarse con los demás se presentará como un esquema predeterminado de conductas a futuro.

Bowlby describe cuatro características del apego:

  1. Mantenimiento de la proximidad: Es el deseo de estar cerca de la persona a la cual estamos apegados.
  2. El puerto protegido: Regresamos a nuestra figura de apego para confort y seguridad en caso de amenaza o miedo.
  3. La base segura: La figura de apego actúa como una base de seguridad desde la cual el niño puede explorar el medio ambiente que le rodea.
  4. El sufrimiento por la separación: La ansiedad que ocurre con la ausencia de la figura de apego.

Mary Ainsworth realiza una serie de observaciones en niños en Uganda y en USA donde realiza un controversial y famoso experimento, el estudio de la “situación extraña” (Ainsworth, 1978). Involucraba a niños entre los 12 y 18 meses de edad exponiéndoles a una situación controlada en una habitación con su madre para luego, ser dejados solos por un período corto de tiempo y luego reunidos con ella otra vez.

De esas observaciones que deriva la definición de los 3 tipos o estilos de apego: El apego seguro, el apego ambivalente - inseguro y el apego esquivo- inseguro. Posteriormente, otros investigadores añaden un cuarto estilo conocido como el apego desorganizado – inseguro. Su trabajo, en sus inicios muy controversial, le permitió predecir conductas posteriores en la vida dependiendo del tipo de apego que un individuo presentase.

El impacto que nos deja el tipo de apego que tengamos se verifica en los estudios que investigadores posteriores han hecho sobre el apego niños en edad escolar y adolescentes, en  las relaciones entre parejas (relaciones maritales), relaciones entre hermanos, relaciones y apego con el padre, el apego y la adopción, relaciones entre amigos, entre otras, lo cual nos permite una expansión en el conocimiento de las interacciones sociales humanas.

La importancia del apego y su influencia a futuro

Todas las experiencias de la infancia son importantes y la interrelación que se establezca entre el cuidador primario y el infante determinará el tipo de apego que se establezca.

Básicamente dos tipos de apego se establecen: el apego seguro y el apego ansioso.

Se considera que un infante de un año de edad tiene un apego seguro cuando:

- Es capaz de explorar su entorno y jugar en presencia de su figura de apego, compartiendo miradas periódicas, una sonrisa e inclusive mostrándole un juguete.

- Cuando está cansado, enfermo o malhumorado diligentemente busca y acepta el consuelo de su cuidador. Después de pasar meses con un cuidador sensible y predecible, el niño aprende a confiar que el cuidador estará allí cuando el necesite satisfacer sus necesidades. Aprende a confiar en su habilidad para solicitar cuidados. Entonces se nutre una confianza básica en sí mismo y en su cuidador, influenciando su conducta y relaciones con otros niños y adultos.

Se ha evaluado el comportamiento a futuro de estos niños a los dos, tres, cuatro y cinco años observando que son individuos socialmente más competentes, obedientes, confiados, entusiastas y persistentes en la solución de problemas al compararles con niños con apego ansioso.

Al evaluar niños con apego ansioso se observa que tienen dos tipos de patrones de conducta:

- El infante “ansioso-resistente” aprende a no confiar que su cuidador responda a sus necesidades en forma predecible y por tanto no se arriesga a explorar su entorno. Aunque se disgusta mucho al ser separado de su cuidador, al reunirse con éste parece ser incapaz de aceptar su consuelo ya sea alternando entre un abrazo exagerado y desesperado o una resistencia activa y a veces agresión.

- El infante “ansioso- esquivo” aparentemente no se molesta al ser separado de su cuidador y evita en forma activa el interactuar con su cuidador cuando se reúnen.

Los niños con este tipo de apego, tienden a considerar a su cuidador y a las demás personas como impredecibles y que no están disponibles cuando ellos les necesitan. Desarrollan poca confianza en el éxito de sus relaciones a futuro, presentan dificultades de adaptación en el jardín de infancia y en la escuela con problemas importantes de conducta a los 4 o 5 años de edad. Un deterioro progresivo de las funciones intelectuales y problemas serios de conducta pueden derivarse en la vida de adulto de estos niños.

Para lograr que un individuo se desarrolle con un apego seguro, la más poderosa herramienta es el cuidado sensible y precoz de los infantes.

Esto se logra con:

  1. Reconocer que aun los bebés más pequeñitos nos muestran señales de cuales son sus necesidades y deseos.
  2. La lectura e interpretación precisa de las claves y señales de los bebés.
  3. Permitir que sean las señales de los bebés y no las necesidades o deseos  de los padres los que definan la agenda
  4. La consistencia y el ser predecible en el tiempo.

 

Para mantener esta respuesta sensible a sus bebés, los padres tienen que comprender las claves y señales de ellos, estar dispuestos a responderlas y tener la fuerza emocional y el apoyo social necesario para mantenerlas en el tiempo.

Ser padres insensibles puede surgir de de un conocimiento errado o inexacto, por creencias equivocadas (como el pensar que se está malcriando al bebé o “consintiéndole demasiado”). El estrés excesivo o los aspectos emocionales personales pueden hacer que el cuidador primario no esté disponible para el bebé y no permitir el desarrollo de un apego seguro. La forma más dañina de insensibilidad es la de fallar, en forma persistente y crónica, en responder al llanto y a las exigencias de atención de un bebé.

Un aspecto importante que resaltan estos investigadores y los que les siguieron es la transmisión intergeneracional de los patrones de apego y la relevancia que tiene considerar que podemos ayudar a estos niños al ayudar a los padres.

Bowlby postula que “los individuos que crecen y se desarrollan como personas relativamente estables y con auto confianza, normalmente tienen padres que proporcionan apoyo al ser llamados y que también estimulan y permiten la autonomía. Tales padres tienden no sólo a involucrarse en una comunicación más o menos franca de sus propios modelos de funcionamiento de sí mismo, de sus hijos y de otros, sino que también le indica al niño que estos modelos de funcionamiento están abiertos al debate y revisión. Por esta razón la herencia de la salud mental y de la enfermedad mental, a través de la micro cultura familiar no es menos importante y puede ser mucho más importante que su herencia genética.”

Si estamos conscientes que muchos de los aspectos emocionales que afectan nuestra vida y nuestra relación con otras personas, tienen sus orígenes en traumas de la infancia, podemos recurrir a la psicoterapia para superar esta condición. Así estaremos mejorando nuestra capacidad para ejercer una maternidad y paternidad dirigida hacia una crianza óptima.

Claves para un vínculo adecuado y un apego seguro

Se pueden enumerar una serie de claves para las madres y padres que pueden incrementar las posibilidades de un vínculo adecuado y un apego seguro al tener un bebé:

  1. Háblenle a su bebé dentro del útero y permítanle escuchar música suave y tranquilizadora
  2. Tenga un parto natural y gentil
  3. De una dulce bienvenida al bebé en su familia
  4. Haga de su hogar un ambiente pacífico y agradable
  5. Permita al bebé dormir cerca de mamá y papá
  6. Cargue durante el día a su bebé el máximo posible
  7. Tenga contacto visual frecuente y afectuoso con su bebé
  8. No imponga rutinas estrictas a su bebé, especialmente de alimentación y sueño. Respete sus ritmos biológicos.
  9. Responda de inmediato a las demandas de atención de su bebé
  10.  De apoyo a su pareja en el sentido más amplio de la palabra

Las neurociencias y el apego

Los avances en el estudio de las neurociencias han permitido reunir un cúmulo de evidencias científicas que establecen puentes entre las ciencias de la conducta y la biología para comprender un poco más el cerebro humano. La influencia de la genética y del medio ambiente encuentra puntos de unión cuando se estudia la evolución del ser, especialmente en sus primeras etapas de la vida. Poco a poco estas conexiones añaden luz a la comprensión de la expresión biológica, anatómica y funcional, de la psicología del desarrollo a través de la neurobiología del desarrollo emocional. Nos dice A. Schore, “la integración de las perspectivas neurobiológicas con las psicológicas, de las relaciones de estructura y función, es absolutamente esencial para una más profunda comprensión del desarrollo temprano”.

Para entender un poco su relación con el apego se pueden enunciar algunas consideraciones básicas de la neurobiología que entrelazan descubrimientos de diferentes disciplinas y perspectivas:

-           Los estudios del cerebro humano demuestran que su desarrollo ocurre en etapas durante períodos críticos, es decir, su maduración está influenciada por el medio ambiente y es dependiente de la experiencia.

-           Las funciones socio afectivas emergentes están fundamentalmente influenciadas por las transacciones que el niño tiene con su cuidador primario.

-           Las experiencias que afinan los circuitos cerebrales en los períodos críticos de la infancia están embebidos en los intercambios socio-emocionales entre un cerebro adulto y un cerebro en desarrollo.

Basándose en hallazgos e investigaciones sobre infantes y neurobiología, Alan Schore propone una hipótesis central: Las interacciones afectivas de un infante con el ambiente social humano temprano directa e indeleblemente influencian la maduración postnatal de las estructuras cerebrales que a fututo regularán todo el funcionamiento socioemocional.

Gracias a estas investigaciones se identifica a la corteza orbitofrontal como el sistema cerebral involucrado de manera más importante en los procesos sociales, emocionales, motivacionales y autoregulatorios.  

Para este investigador los primeros dos años de vida representan períodos críticos donde las regiones del cerebro con crecimiento acelerado son las más susceptibles o sensibles a los estímulos externos. El cerebro humano pesa 400g aproximadamente al nacer y alcanza 1kg al primer año de edad. Se produce en ese tiempo un aumento en la cantidad de axones, dendritas y conexiones sinápticas, reflejando no solo un incremento absoluto de peso sino de un cambio en su organización. Esto ocurre durante un período de estrecha relación madre-hijo que sugiere que el ambiente postnatal actúa como un regulador del desarrollo del cerebro.

Es interesarte como coinciden las etapas de establecimiento y consolidación del apego, según fueron propuestas por Bowlby y Ainsworth, apareciendo en  infantes a los 7 y 8 meses, en el primer año (coincidiendo con la locomoción) y en el segundo año de vida, con las etapas críticas del desarrollo neuronal. La gran sinaptogénesis (aumento de las uniones entre las neuronas) y la mielinización y maduración de las áreas de asociación de la corteza cerebral y del sistema límbico, son la evidencia de un período crítico y vital de la transformación y desarrollo del cerebro infantil.

También se identifica una analogía reveladora en la perdurabilidad y esquema estructural anatómico y funcional que adquiere el cerebro del infante con el modelo de respuestas y comportamientos que determina la consolidación progresiva del estilo de apego en su concepción psicológica.

 

El apego en la sociedad

Gracias al conocimiento de la teoría del apego y de las investigaciones sobre el desarrollo del ser humano, un renovado interés en el impacto de las relaciones entre padres e hijos surge como una alternativa esperanzadora en un mundo lleno de guerras, hambre, abuso infantil y de género y deterioro intenso e ininterrumpido de nuestro medio ambiente.

Se ha establecido como durante la primera infancia y en los primeros años de vida se puede influenciar negativamente un ser humano por la forma como se relacionan sus padres con él modelando un individuo propenso a la delincuencia, la violencia hacia los demás, consigo mismo y hacia el planeta. Es la expresión de la violencia como una respuesta aprendida en el ser humano. La capacidad de modelar la agresión cruda con experiencias positivas durante  nuestras experiencias tempranas de vida, comenzando desde el vientre materno, el nacimiento y la primera infancia nos permite la transformación hacia seres altruistas, creativos, pacíficos y empáticos con nuestros congéneres.

En el prefacio de su libro Parenting for a Peaceful World , Robin Grille acertadamente señala que “el destino de la sociedad se basa en la forma como ella trata a sus hijos” y con una extraordinaria actitud positiva sostiene que “el cerebro y el corazón humano que son recibidos por vez primera con empatía en esos años críticos tempranos no puede ni podrá crecer escogiendo una vida egoísta y violenta”.

“Los niños que son emocionalmente sanos gracias a la calidad de la atención con la cual han sido criados, crecerán para convertirse en adultos que tenderán a tratarse los unos a los otros y a la tierra con cariño. Por el contrario, los niños que han sido abusados, rechazados, o privados de un apego seguro con al menos un adulto en su temprana edad probablemente sufrirán a futuro de traumas, que a menos que sean curados, harán que ellos los reestablezcan para destruir de algún modo y en grados variables, sí mismos, a los demás y al planeta” (Mitch Hall).

                                                          Beltrán Lares Díaz. Marzo 2008

Bibliografía

En Internet:

  1. Porter L. The Science of Attachment: the biological roots of love Mothering Magazine. Issue 119, July/August 2003
  2. Wagner K. Jhon Bowlby Attachment Theory www.psychology.about.com/od/loveandattraction/ss/atttachmentestyle.htm
  3. Bretherton I.  The Origins of Attachment Theory: John Bowlby and Mary Ainsworth Developmental Psychology (1992),28,795-775 en www.psychology.sunysb.edu/attachment/online/inge_origins.pdf
  4. Rhodes J. The Powerful Parent-Infant Connection http://birthpsychology.com/birthscene/ppicindex.html

Libros:

  1. Schore  A N Affect Regulation and the Origin of the Self: The Neurobiology of Emotional Development  Lawrence Erlbaum Associates, Publishers, UK 1994
  2. Relier, J P. Ama a tu Hijo Antes de Que Nazca Ediciones Martínez Roca S A, Barcelona , España 1994    
  3. Verny, T . El Futuro Bebé. Arte y Ciencia de Ser Padres. Editorial Urano S A, Barcelona, España 2003           
  4.  Grille R. Parenting for a Peaceful World Ed. Longeville Media, Australia 2005