¡Respetemos el tiempo del nacimiento! Por Sonia Cavia
Si se tiene la bendición de presenciar un parto y un nacimiento donde se respeta el proceso fisiológico con los propios ritmos de la mujer y el bebé, se percibe la entrada a otra dimensión del tiempo, a un tiempo sin tiempo, algo queda suspendido; algo queda abierto en el aire amoroso de esa espera incondicional y eterna, con sus vaivenes, sus risas y sus llantos, mecidos en un halo sagrado y único, donde tienen lugar gemidos y caricias, gritos y roces, contoneos y abrazos. Entonces algo empieza a cambiar, los sonidos guturales de la madre nos dicen, sin relojes, que el bebé ya está ahí, por nacer. Y en su tiempo, único y diferente, asomará su cabecita, tal vez lentamente, y rotará con su ritmo para terminar de nacer y volver a entrar al pecho de su madre, a esa piel y esos latidos que lo cobijan nuevamente, a las amorosas voces familiares de su mamá y su papá que le darán la bienvenida también en su tiempo, como en su tiempo alumbrará la placenta y se cortará el cordón empezando así su nueva vida de este lado del mundo. ¿Quién puede apurar semejante ceremonia? |