La vida sin hijos

Por María Luján Francos  | Para LA NACION


Forman parejas estables, tienen entre 25 y 40 años, trabajan... y eligen no tener chicos ¿Por qué?

No tengo hijos porque disfruto mucho de cómo funciona mi vida -cuenta Silvia Minian-. Elegimos los lugares a los que vamos, los viajes que queremos, el tiempo que nos lleva. Creo que eso suma un montón a la calidad de vida", detalla esta abogada de 38 años, en pareja hace ocho con Fernando Reale.
Lejos de la idea que todos deben tener hijos y que así se completa una relación amorosa, hay una tendencia que crece lentamente en la Argentina y que tiene que ver con la decisión de no tener niños. Se trata de los Dinks (por Double Income No Kids), que significa doble ingreso sin hijos, entre parejas de personas de entre 25 y 40 años que, generalmente, pertenecen a un sector socioeconómico medio alto.
Hay alrededor de medio millón de personas en nuestro país -según un estudio de la consultora Ignis- que se alinean con esta forma de vida, en la que pañales, chupetes y mamaderas se miran a través de la ventana de los amigos y hermanos. Las razones de esta elección son múltiples, pero la libertad aparece como un denominador común. Desarrollo profesional, bienestar económico, tiempo para uno, viajes, cultura y espectáculos forman parte de una rutina rica en ocio y recreación.
La decisión de muchas parejas de no tener hijos ya está instalada en países desarrollados y crece con fuerza en todo el mundo. Es materia de preocupación de algunos expertos por el envejecimiento de la población. En los Estados Unidos, por ejemplo, se calcula que nada menos que 31 millones de parejas eligen una vida sin niños, según la American Demographics Magazine. Además, el censo nacional de 2009 muestra que el 44 por ciento de mujeres prefieren no quedar embarazadas.
En China, el país más poblado del mundo, el 12,4 por ciento de los habitantes son Dinks (¡80 millones de parejas!). En España, el número creció un 75 por ciento en apenas cinco años, según la consultora De la Riva Investigación Estratégica. A fines de 2012, este tipo de parejas representaba el 3,4 por ciento de los hogares en México, el 4,5 en Brasil, el 14 en los Estados Unidos y el 17,6 en el Reino Unido, según la agencia Reuters. La Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido informa que una de cada cinco mujeres elige allí no ser madre, y una de cada tres mujeres con título profesional no tiene hijos.
Como Sarah Jessica Parker en Sex and the city, muchas mujeres se han encontrado dando explicaciones a una amiga que mira atónita sobre la decisión de ser únicamente dos. Porque sin duda es una decisión que despierta polémica. Para algunos puede resultar egoísta, para otros es muy válido actuar según el deseo y no por mandato o costumbre.
"Lo más importante es que venimos de una cultura religiosa monoteísta que desde el Génesis nos dice reproducíos y multiplicaos. Tenemos esa impronta cultural como una huella casi imborrable hasta tal punto que a esa demanda se la consideró natural e instintiva", explica la psicoanalista Mirta Goldstein, de la Asociación Psicoanalítica Argentina y directora de la publicación La Época, APA Online. Hoy ya varios hombres y mujeres por igual no quieren tener hijos. "Hay algunos que piensan que esto es un síntoma, algo que
SILVIA MINIAN (38) Y FERNANDO REALE (39)
E lla es abogada y trabaja en la Gerencia de Asuntos Legales del Banco Patagonia. Él es oficial de la Gerencia Comercial de Plan Sueldos en la misma entidad. Están en pareja hace ocho años. Viven en Flores, con los padres de Silvia y el perro de ambos, un Bloodhound (como el famoso Pluto) llamado Vashu, nombre hindú que significa bueno. Van todos los días a trabajar al microcentro juntos en moto. Y tienen un auto chico que usan los fines de semana, para llevar al perro al campo, donde conviven con varios sobrinos de todas las edades.
La decisión. "Yo fui la que originariamente planteó que no quería tener hijos y se lo dije a Fernando cuando nos conocimos. Tengo esa idea desde los 20. Todo el mundo decía que ya me iba a cambiar la cabeza. Parecía que estaba escrito que teníamos que tener chicos. Al principio pensaba que no tenía instinto maternal. Ese era mi argumento, que con el tiempo fue mutando porque en realidad es un argumento de adolescente. Hoy disfruto mucho de cómo funciona mi vida así. Es egoísta, pero mi plata y mi tiempo los quiero dedicar a mí. Hace 20 años yo no podía explicar esto. Tiene mucha carga emotiva, enseguida se te vienen en contra", reflexiona Silvia.
Chicos sí, pero de otros. "Alquilamos un campo donde vamos a pasar la mayoría de los fines de semana con la familia. Lo pasamos muy bien. Nos encantan los chicos, pero de ahí a la atención las 24 horas... En un momento nosotros decimos chau. Nos toca la mejor parte que es la diversión, vamos con el auto, la moto, el cuatriciclo, jugamos al fútbol. En el campo tenemos la costumbre de comer un asado y nos vamos a dormir la siesta. Cuando nos levantamos, todos nos miran como diciendo yo hace quince años que no duermo la siesta. No tengo desesperación por tener un hijo porque elijo viajar, salir, acostarme cuando quiero. Estamos muy bien así", aporta Fernando.
Viajar, viajar, viajar. "Nos gusta mucho. Este año estuvimos en Europa. De vuelta bajé del avión y ya estaba pensando en la próxima salida. Se puede hacer igual con hijos, pero no es lo mismo. Tendríamos que estar como el resto, disfrutando, pero además atendiéndolos", comenta ella.
Mascotas como hijos. "Soy de la barra mascotera: el perro es como mi hijo. Tiene siete años. Mi foco de atención está en él. Yo veo cómo soy con Vashu, toda la atención que le pongo, y no me puedo imaginar con un hijo. Soy súper protectora, lo ahogo."
Solamente dos. "Si tenemos que discutir lo podemos hacer cuando queremos. A veces uno levanta la voz, sabemos que podemos hacerlo, que no hay nadie que nos escucha. Como gran beneficio, disponés de tu tiempo y tu energía sólo para la pareja, para vos y para el perro. Para lo que uno quiere. Creo que eso suma un montón a la calidad de vida."
no debería ser o que no deberíamos aceptar. Están los que tienen conflicto, y están aquellos que ven que su deseo pasa por otro lado. Si es así, hay que respetar ese deseo", asegura.
Nadia Dierna, una analista de marketing online de 30 años, es hija de padres divorciados y tiene fobia al dolor del parto. Atribuye sólo en parte su decisión de no tener hijos al sufrimiento que le provocó quedar en medio de una separación conflictiva. "El clic de la no maternidad me agarró hará cinco o seis años, frente a mis amigas que ya son madres. Fui viendo cómo desde los 20 años sus vidas se fueron reduciendo a los hijos, y en muchas reuniones terminaban hablando de pañales, mamaderas y partos. Eso sumado a la situación de estar muy cómodos juntos como pareja", explica la novia de Gonzalo Luis, de 34 años.
Por otra parte, muchos de los que eligen dejar de lado la paternidad tienen una gran relación con sus sobrinos o con los hijos de sus amigos. No se trata de personalidades en contra de los chicos, sino que simplemente deciden otra forma de vida.
Es el caso del abogado, analista financiero y político -reciente candidato a diputado nacional de Compromiso Federal por la ciudad- Carlos Maslatón, que con 54 años basa su decisión en un gran deseo de libertad y de tiempo. "Lo que pesa en la decisión es la utilización del tiempo para las cosas que uno quiere, laborales, culturales, sociales, políticas", comenta Maslatón, que eligió este camino cuando era un chico. Hace veintiún años conoció a su mujer, la abogada y astróloga Mariquita Delvecchio, que tampoco se siente atraída por la "temática infantil", según sus palabras.
Es la libertad y no la economía lo que los motiva. "No es que queremos tener más plata y juntar, no pasa por ahí, sino por un interés cultural y de actividades sociales que exigen mucho, y que se limitarían con la tenencia de niños. El argumento económico para eso me parece nefasto y falso", sentencia él.
Los viajes también son un punto importante y en común para estas parejas. La posibilidad de conocer diferentes puntos del planeta sin demasiada planificación es algo que valoran. "Este año fuimos a Europa. Y el año pasado, a Disney: queremos tanto a los chicos que nos fuimos con mi cuñado y sus tres hijos", recuerda Minian, que en 2012 también estuvo en Brasil y suele hacerse algunas escapadas a diferentes spa, con su pareja o sus amigas. En el caso de Maslatón y Delvecchio, sus destinos incluyen desde zonas de conflicto bélico (por el trabajo de él) hasta lugares desconocidos de Japón, donde aprovecharon para conocer arquitecturas diferentes, y pueblos recónditos de Alemania.
Relaciones modernas
Hay un nuevo rol de la mujer en la sociedad relacionado con esta decisión de las parejas de no tener hijos. "Aparece una tendencia en clases de profesionales medias y altas que tiene que ver con el cambio de la mujer y su inserción en el mercado laboral. La cuestión de la carrera es tan importante que queda relegada la maternidad y paternidad", comenta la Dra. en Psicología Social y profesora investigadora del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) Diana Barimboim, que dirigió un estudio sobre Dinks en noviembre último.
"En nuestra sociedad todo es tiempo presente y el hijo es un compromiso para toda la vida y eso los asusta mucho", especifica como resultado de la encuesta sobre 356 casos.
Pero el miedo no parece tener que ver con algunas de estas parejas que eligen un camino de vida diferente. "Algunos temen o tienen fobia a los chicos y no quieren avanzar. Pero nosotros para nada, tenemos la mejor", dice Reale, orgulloso de que su ahijado lo tenga de ídolo y que sus sobrinos lo consideren un tío fabuloso.
Este grupo de parejas sin hijos ha despertado el interés de diferentes tipos de empresas. Como trabajan tanto el hombre como la mujer, y gastan su dinero en ellos, son un blanco interesante para el marketing. El 78 por ciento de los casados sin hijos suelen ser clase media-alta, y más de la mitad (el 59 por ciento) tiene estudios terciarios o universitarios, según los diez mil casos analizados por Ignis.
Viajes, ropa, comida gourmet, tecnología, masajes, son algunos de los rubros a los que destinan sus ingresos. Para el 33 por ciento es frecuente ir a comer a restaurantes; para un 32 por ciento, tomar algo en bares; visitar los shoppings es una elección del 22 por ciento, y entretenerse en eventos culturales resulta un programa para el 15 por ciento.
"Somos una sociedad conyugal plena y aplicamos el principio kibbutziano, según el cual cada uno produce y aporta todo lo que puede y gasta según sus necesidades siempre que existan los medios disponibles", detallan Maslatón y Delvecchio. "Los criterios de consumo e inversión se definen por consenso y se ejecutan de común acuerdo." A su vez se definen como austeros y a disfrute personal no destinan más del 15 por ciento del gasto anual total.
En la pareja Reale-Minian, por ejemplo, la economía funciona de otra manera. Se dividen los gastos habituales y fijos a medias, sin hacer cálculos en particular. "Por ejemplo, yo pago la patente del auto y él, el garaje", detalla Silvia. Y para el disfrute personal calculan que un 35 por ciento de los ingresos comunes son destinados a ese propósito. "En ese porcentaje están incluidos los ahorros, que serán utilizados en las vacaciones que tomemos en verano o invierno", aclara ella.
Luis y Dierna gastan el 25 por ciento de sus ingresos en salidas. El aporte a los gastos conjuntos está en relación a sus sueldos, que son diferentes. "Es un acuerdo más equitativo que igualitario. Destinamos los mismos porcentajes a la economía de la pareja: compras en el supermercado, expensas, servicios y salidas", enumera Luis. Y para tener un orden personal y aprovechar mejor las promociones y los descuentos, eligen tener cuentas y tarjetas separadas.
Un mundo de sensaciones (y polémicas)
"Hoy, muchas parejas pueden sentir que han ganado autonomía cuando se animan a rechazar la maternidad o la paternidad, lo que significa cuestionar lo que en los años sesenta era un fuerte mandato social cuya violentación conllevaba estigmatizaciones. Pero, en muchos casos, esa decisión no está fundada en la libertad individual, sino en las limitaciones que todavía hoy tienen las mujeres profesionales y deriva en conflictos y frustraciones", según la historiadora e investigadora del Conicet Isabella Cosse.